sábado, 15 de septiembre de 2007

La permanecia Maya y la Eternidd

LA PERMANENCIA MAYA Y LA ETERNIDAD.
Dr. Pedro Geoffroy Rivas

LA ANTIGUA SANTIAGO DE LOS CABALLEROS, LOS MAYAS, LOS ESPAÑOLESY EL TIEMPO, EL TIEMPO, EL TIEMPO…

Y escogieron el Valle de Panchoy para edificar la nueva ciudad, porque allí el aire es purísimo, la luz más luz y la primavera, la estación de todo el año…

La capital que Alvarado levantó en Almolonga, había sido destruida un 10 de septiembre, por la furia del volcán y del agua embravecida que bajó por sus faldas arrasándolo todo… Así murió la desventurada viuda del Adelantado, doña Beatriz de la Cueva y ocho damas que la acompañaban…Quince días más tarde, los comisionados a cargo de reubicar la ciudad capital, atendiendo consejos del Ingeniero Juan Bautista Antonely, se detuvieron en las márgenes de un río de transparentes aguas, acogedor y umbrío, que mereció el poético nombre de Río Pensativo.

Y comenzó así la portentosa hazaña de ir convirtiendo en sueño la piedra primigenia, de volver suave pétalo el más puro granito…En el paisaje edénico, la mano del hombre fue sembrando palacios, conventos, catedrales… Urdimbres intrincadas como encajes fantásticos, en las que se traduce un ansia delirante de eternidad, de permanencia inalterable, de negación del tiempo…

Así se alzaron la iglesia y el monasterio de la Concepción, refugio de doncellas nobles y ricas, en donde floreció la poesía de Sor Juana Maldonado…Y el real Palacio de los Capitanes con su doble arcada de severa construcción…Y la gran catedral de múltiples capillas, por donde aún discurren las sombras del Obispo Marroquín, Garcilaso de la Vega y el cronista Cortés y Larraz…Y San Francisco, que guarda con amoroso empeño los despojos mortales del Hermano Tercero Pedro de Betancourt, humilde siervo de Dios y de los hombres… Y más allá, la escuela de Cristo y el Convento de Monjes de San Felipe de Neri…Y la calle de los Pasos que conduce al Calvario, con sus catorce capillas, estaciones de Vía Crusis…Y la iglesia de Los Remedios, donde principia la espaciosa Alameda… Y Santa Clara…Y la Recolección, donde estuvo de guardián Fray Antonio Margil…

Alto, lleno de luz, ventilado, limpio, el templo de la Merced, es un ejemplo de religiosidad…En uno de sus altares aún puede admirarse la imagen de Jesús de Nazareno con la cruz a cuestas, maravillosa obra del celebrado escultor Alonso de la Paz…Y capuchinas…Y Santa Rosa…Y las Beatas Indias…Y la Universidad de San Carlos Borromeo…instituida en 1678 gracias a los legados del Obispo Marroquín, y el Correo Mayor don Pedro Crespo…En ella, cursaron teología, cánones, leyes, filosofía, medicina y moral, los varones de la época, los egresados de los colegios Tridentino, San Francisco, San Lucas, San Buena Ventura…En ella, se dio asistencia cultural a los alumnos del Seminario de Indios…

Y también esta ciudad cayó, víctima irremediable del volcán cuya sombra no quiso abandonar… Pero no ha muerto…tan solo está callada, tan solo está soñando, escuchando la música del tiempo, que va marcando el murmullo de sus fuentes y el recuerdo vivo, pertinaz, insistente, de toda su poesía…Porque en ella nacieron y cantaron altos poetas, porque aún resuena por sus calles los pasos del Hermano Pedro, el que pedía limosna para los pobres del hospital, y no necesitaba palabras para implorar, porque bastaba para convencer, una mirada de sus ojos en fiebre…porque juntos a sus fuentes encantadas, canta Landívar su canción eterna… “Salve, cara patria, dulce Guatemala, salve, tú, el júbilo, origen y fuente de mi vida. ¿Cuánto recrea el alma evocar tus blasones?: Tu clima, tus fuentes, tus campiñas, tus templos y tus lares…”. Landívar amó esas fuentes de murmullo suave…“No sigo dice, los ríos caudalosos de tumultuosas ondas, que se extienden por feraces labrantíos de maduras mieses…Me arrebatan con su blando murmullo, manantiales cristalinos que brotan entre níveas arenas y a cuyas márgenes, las ninfas apacibles se adormecen”…Desde el amargo exilio, a que lo condenase la estupidez de un rey, Landívar evoca la clara transparencia del aire, el dulce clima del valle del Panchoy, y canta a la dulce patria, a su cara Guatemala, a la que no volverá sino dos siglos más tarde, fecundante ceniza que ha de mantener en vilo la poesía antigüeña… ¿No es acaso, Landiveriano encanto de otro antigüeño exiliado, Luis Cardoza, quién también desde Europa, ha de cantarle a su ciudad con exaltado Fervor? … “Yo me alejé de ti como se alejan inmóviles los árboles del río, agitando en la orilla su pañuelo, pasajeros y adioses a un tiempo…Cuando subirás a la superficie de la tierra, del cielo o del mar desde ese rumbo en donde vas, nocturna, a ver el sol de limbos inocentes que aún te espera, pero ya olvidado, de pié, dormido como un faro en no se que península de sombra”…

¿Que otra ciudad, si no este relicario de piedra, podría ser digna de conservar las tradiciones religiosas que nos legara España? A más de trescientos años de fundada, la Antigua Santiago de los Caballeros de Guatemala, vive la Semana de la Pasión con una intensidad reverencial, sólo comparable a las celebraciones de Sevilla.

Semejante, pero distinta, con aspectos propios, con particular devoción. Los Cristos, las Santas Mujeres, los Apóstoles, se distinguen por los rasgos inigualados que supieron imprimir los grandes imagineros de la Colonia. ¿Qué no hay en esas caras trágicas, dolorosas, que las diferencian de las otras imágenes conocidas? ¿Hay una influencia indígena en la mano amorosa que talla las preciosas maderas? Es probable. Se distingue esa influencia en la arquitectura de iglesias y conventos, en los fantásticos decorados de los altares, en el arreglo de las procesiones.

Por estas calles, apenas trazadas en el fresco valle de Panchoy, condujo la primera procesión de Semana Santa en el año de gracia de 1542, el famoso Obispo Marroquín, fundador de la nueva ciudad capital del Reino de Guatemala…Por estas calles discurrió, infatigable, clamando a voz en cuello contra todas las injusticias que se cometían con los indios, Fray Bartolomé de las Casas. En estas calles resonó la tremenda requisitoria de Fray Antonio de Montesinos…

“Para os dar a conocer, me he sabido aquí, yo que soy voz de Cristo en el desierto de esta isla y, por tanto, conviene que con atención, no cualquiera, sino con todo vuestro corazón y con todos vuestros sentidos, oigáis…Esta voz os dice que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes”…

Todos estos reclamos dieron como resultado la emisión la emisión de las nuevas Leyes, firmadas en Barcelona el 20 de noviembre de 1542, por el Emperador Carlos V, y que tanto disgusto y revuelo causaron entre conquistadores y encomenderos… Mayor escozor provocó la publicación en el mismo año, de la Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias Occidentales, escrita por Fray Bartolomé, valiente y terrible denuncia de todas las crueldades y los crímenes cometidos por los conquistadores y sus descendientes, en contra de los desvalidos indios. El impacto fue tremendo. El propio Remesal Dominico y panegirista de Las Casas, dice que su libro fue “tratado odiosísimo en aquellos y poco amado en éstos, principalmente en los que se precian de descendientes de los conquistadores”… “Pero era necesario añade, para convencer al rey y su consejo de las injusticias que en estas partes había”…

Las sagradas imágenes fueron seguidas seguramente por Pedro de Betancourt, el limosnero que se humillaba y sufría desprecios y vejámenes para obtener comida para los pobres del hospital…Tras ellas discurrieron el Jesuita Landívar y los grandes cronistas de la ciudad, Cortés y Larraz, Remesal y Fuentes y Guzmán…

Doscientas treinta veces, habrían de desfilar las procesiones entre el humear de los incensarios y el agobiante sonar de las matracas, levantadas en vilo por la fe de un pueblo en que se confundían la soberbia de los encomenderos y la fe esperanzada de indios y mestizos…Pero estaba escrito que las mismas fuerzas elementales que acabaron con la ciudad de Alvarado, pondrían fin al reinado de la Joya, iniciada en 1542 por el Obispo Marroquín. Un aciago julio de 1773, habló nuevamente el volcán y el orgulloso Palacio de los Capitanes Generales, maravillosas filigranas de piedra de iglesias y conventos, rodaron por tierra…La Capital tuvo que ser trasladada al lugar que aún ocupa en la República, ya con el nombre de Nueva Ciudad de Guatemala de la Asunción…

Pero Santiago de los Caballeros no murió, durmió algunos años entre el polvo y las piedras derribadas… Gran parte de sus hijos permanecieron allí, cuidando sus maltrechos tesoros, recogiendo y conservando con manos amorosas las piedras venerables…Y ahí está la vieja ciudad, acaso más impresionante ahora que cuando fue erigida. Y continúa, cada año con más solemnidad, celebrando la Semana de la Pasión, que al mismo tiempo que la del Señor, hace desfilar todos los años, por la calle de los pasos perdidos, la imborrable memoria de la vida, pasión, muerte y resurrección de una ciudad que jamás se resignó al aniquilamiento…

¿Hasta dónde penetró el cristianismo en el mundo indígena? …La Cruz y la espada conjugaron sus fuerzas para imponer nuevas creencias a un pueblo con antecedentes milenarios de una vida religiosa plena, de entrega total, en que simplemente existir, era practicar la religión…Los conquistadores cumplían el mandato soberano recibido por el Emperador de la autoridad temporal del Papa, tratando de atraer a los indios a la religión católica y declarando justa la guerra si se resistían…Los misioneros, con amorosa prédica, tratando de rescatar almas… ¿Cuáles fueron los resultados de esta doble intención? Acogidas las nuevas creencias, unas veces por la fuerza, otras por la necesidad, el alma indígena realiza un fabuloso sincretismo, que, a lo largo de cuatrocientos años, aún perdura en manifestaciones con un mal disimulado exterior teñido de cristianismo, pero con todo el ritual indígena en el fondo… ¿Qué son, si no, esas imágenes cristianas adornadas con plumas de quetzal y telas multicolores? ¿No anda oculto en esas ceremonias todo el eterismo de los ritos de Maximón? ¿O las abiertas ofrendas a Pascual Abaj, el ídolo de piedra aún venerado en el Cerro de Chichicastenango?

Para nuestros antepasados mayas, la muerte es otro concepto. Tiene un profundo significado de trascendencia, de elevación y retorno. ¿No hay caso, un profundo simbolismo de transfiguración en la ingenua ceremonia de los barriletes sobre el cementerio Quiché? ¿No significa este vuelo multicolor el ascenso de las almas de los difuntos al cielo que les corresponde por lo que fueron en vida? Porque sobre el mundo de los hombres se escalonan trece cielos, cada uno de ellos presidido por un dios que había gobernado la vida, Itzamaná, la lagartija sagrada, deidad suprema, padre de los dioses, encabezaba el panteón sagrado. Era el patrón de la medicina, el dador del alimento. Debajo de él, Chac, el dios de la lluvia, Yuum Kaax, dios del maíz, Ah Pux, el dios que conducía a los difuntos a través de los nueve círculos subterráneos, hasta la casa de la transformación…Ahí los recibía el acrecentador, el que descarnaba los cuerpos y elevaba cada alma al cielo correspondiente…Quienes morían en la guerra o en el altar de los sacrificios, iban a la casa del sol, junto a las mujeres que murieron departo…Ellos acompañaban al dios de la fecundidad, desde el oriente, hasta el mediodía…Ahí lo recibían las mujeres y lo llevaban en anda de plumas hasta entregarlo al nocturno tigre, el cual, lo conducía en el oscuro viaje hasta que permanecía con la nueva aurora…

Año con año, esta colorida e ingenua ceremonia, renueva el símbolo de la transfiguración y mantiene la tradición de miles de años, conservada y mantenida por un pueblo que se niega tercamente a dejar de ser, por encima de todas las adversidades, el pueblo elegido de Itzamaná.

Los mayas vivieron obsesionados por el tiempo. Desde el más remoto antepasado, en lo más intrincado de la selva tropical, alzó los ojos al cielo y comprendió con el rítmico transcurrir de las luminarias que el pasar y el transcurrir pueden medirse, el tiempo constituyó para aquellos finos y acuciosos observadores, vida y raíz de todas las cosas…Y aprendieron a medirlo con números creando las más avanzadas matemáticas de su época, calculando el transcurso del sol, la luna y las constelaciones…Lo contaron con palabras en la estructura de sus mágicos poemas…Lo establecieron, en el ritmo de la danza sagrada…Y establecieron también el concepto del cero, mil años antes que los europeos…

Todo está medido, todo está calculado…Hasta las actividades más elementales, los triviales hechos cotidianos, obedecían a un ritmo que se establece, no conforme al tic tac de u reloj, sino, de acuerdo a un profundo y mágico sentido del transcurrir…Cada cosa tiene su tiempo, como en el Eclesiastés…Por esto no existe la prisa ni el apresuramiento…cada cual sabe lo que debe hacer y cuánto le toma el hacerlo… El estudio y medida del día y de la noche, del mes, del año, las infinitas eras, es asunto de sabios sacerdotes, los Ah Kinob, los del culto solar... Napuctum, el más sabio de los sabios, subraya en el Chilam Balam de Chumayel, la profunda relación que hay entre tiempo y espacio. “Sucedió que nació el mes, allí donde no había despertado la tierra, antiguamente… y empezó a caminar por si mismo”… “Y nació el nombre del día y nacieron el cielo y la tierra, la escalera del agua, las piedras y los árboles, nacieron el mar y la tierra”…

Grandes artesanos de la representación, los mayas poseyeron un alto sentido del teatro, del que han llegado hasta nosotros algunas obras que nada tienen que pedir a la más destacada tragedia del arte escénico griego… Las ceremonias religiosas tuvieron también esa honda connotación representativa. Al actuar de los sacerdotes en lo alto de las pirámides, se unían los coros cantables o declamables entonados por millares de voces y los rítmicos bailes en que participan centenas de danzantes…Es por esa razón que de todo el intento transculturador español, nada prendió tanto en el mundo indígena como las manifestaciones escénicas…Los retablos callejeros de las luchas de la reconquista, en que moros y cristianos dialogan y batallan, fueron incorporados desde el primer momento por el arte maya y han perdurado a lo largo de cuatrocientos cincuenta años con una fidelidad y esplendor que acaso ya no podamos encontrar ni el la propia España… Trajes, máscaras, diálogos son desde luego españoles, pero el elemento danza es genuinamente una creación indígena… De la religión misma, es el elemento representativo adoptado sin mayores reservas… ¿Acaso no está Itzamaná detrás de esos patéticos Cristos adornados con plumas de quetzal? …

El tiempo, el tiempo, el tiempo… ¿Qué pueden significar quinientos años para un pueblo acostumbrado a medir su vida y sus acciones por milenios?…El espacio tal vez haya cambiado…La tierra que les prometió Cagagutiz fue usurpada, los amos cambiaron el color de su piel. Pero los días siguen siendo seres vivientes, presentes como dioses en todas las actividades, en todos los momentos de la vida…Imix, el primero de los días, raíz donde todo procede. Ik, el viento y la vida… Akbal, el jaguar connotativo del inframundo…Xoc, aspecto de la deidad de la lluvia…Aheu, presencia radiante del sol, postrer día que marca los Katunes, señor y raíz del tiempo…

Y seguirá corriendo el tiempo, ese misterio que transcurre sin transcurrir y que el pueblo maya supo traducir en movimiento…Y seguirá ese pueblo connotando los segundos, los minutos, los días y los años, en los pasos de la danza, porque hace milenios supo comprender, a través del arte y de la magia, el alto significado de la palabra ETERNIDAD.



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